Día 4: Ataque al Burriac

La pregunta de todas las tardes de entreno: ¿A dónde vamos hoy? recibió como respuesta por mi parte un inocente ¿Mataró? (50km iv, planos, fáciles) que se vio rebatido con un ¡Al Burriac!

Sabía que el Burriac es un tema pendiente de David, así que como otras salidas ya las habíamos hecho a mi gusto, pues cedí. Estaba avisada, subir al Burriac no será facil y esta vez tu entrada en el blog no será postureo.
Había posibilidad de cambiarla por un Montjuic si crecían las nubes, algo que yo estaba deseando desde la oficina. Lejos de amenazar tormenta, a medida que avanzaba la tarde se iba abriendo el cielo. Pues Burriac va a ser!
Como siempre, algo de contexto para los que no sois de la zona, El castillo de Burriac o castillo de San Vicente de Burriac está construido en la colina de Burriac, ubicado a 401 metros sobre el nivel del mar entre las poblaciones de Mataró, Argentona y Cabrera de Mar. Como todo lugar que supone un reto, no podía faltar en el listado de pruebas deportivas como la Crono Escalada al Burriac (BTT) o bien la Burriac Atack en running, una carrera nocturna mítica de la zona del Maresme que este año celebrará su 10º aniversario.

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Antes de empezar, David tuvo la brillante idea de hinchar las ruedas de mi Merida, engrasar la cadena y apretar el cambio (si habeis leido mi descripcion, ya sabreis de mi nulidad con la mecánica…). Mi bici parecía otra, sensación de volar! Paseo marítimo hasta Mongat, desde allí NII hasta Vilasar, con un ritmo bastante alto (David me iba felicitando y todo!). Luego comprobamos en el tracker de Endomondo que hubo picos de 34km/h, todo un logro llevando BTT.
Primer aviso al llegar a Vilassar: ahora hemos acabado el primer tramo, fácil y rápido. Hasta el Burriac hay 3 tramos, de dificultad creciente: hasta Cabrils, carretera en ligero ascenso (1), luego el nivel 2 que es carretera por urbanización en subida y finalmente el tramo 3, de muerte y destrucción, cuestas en arena. Keep calm and breathe up (yo no dejo de pensar «quien me manda meterme aquí’)

Tramo 1 superado, empezamos el ascenso por la urbanizacion. Se establece una relación inversamente proporcional entre el grado de inclinación de las calles y los piñones de la bicicleta. Ya aviso a David: Sara deja de existir, no contesto y me centro solo en los pedales y la música de Maxima, que se encarga de marcar el ritmo. Se acaba el asfalto y entramos en pista plana (¡que no nos engañen!), dónde un simpático cartel nos da la bienvenida:

 

Bienvenidos al territorio de las rampas imposibles

Parece que nos esté diciendo «Bienvenido al territorio de las rampas imposibles». Y sí, lo que se ve al fondo es el Burriac

Yo ya había subido a pie al Burriac y lo primero que pensé fue ¿Sólo 12%? Como se ve en la foto, el camino tuerce a izquierda en lo que parece una bajada. ¡Anda mira, si hace bajada! ¡Si aún me voy a divertir! David me avisó que no me emocionara, ¡cuánta razón! Una pista de tierra y gravilla y una pendiente demasiado inclinada como para hacerla sin clavar los frenos. Poquito a poco, controlando que la bici no patine, no hay narices a soltar ni un milimetro la maneta del freno. Y encima un árbol enorme enmedio de la bajada, seguro que más de uno se lo ha comido. Esa pista hace V, por lo que después de la pronunciada bajada viene una subida, de igual inclinación pero algo más corta. Claro, si has hecho la bajada a fondo, esa subida te la meriendas; sino ya te toca ir bajando todo lo que puede bajar la bici. Una cadena delimita el acceso al parque. La pista sigue subiendo, amenizada por los surcos en la tierra provocados por las últimas lluvias. Oigo por delante un «ves haciendo Z, esquivando los surcos». El terreno da un respiro antes de volverse a empinar. Yo venía ya mentalizada que en algún momento tocaría bajarse de la bici, y (por primera vez) no me da ningún tipo de reparo hacerlo. Toca empujar la bici, ese fantástico deporte que tanto llegué a odiar en la subida al Carlit. No sé qué es peor, el gemelo empieza a tirar. David consigue salvar el repecho y recuperar la bici, yo vuelvo a intentarlo. NUNCA la técnica del Molinillo había tenido tanto significado. Vamos ganando metros y enfilamos la última pista, la que sube hasta el castillo. Parece factible hasta que llegamos al tramo de arena de playa, en el cuál empiezo a renegar y ya los dos nos bajamos de la bici, pues es prácticamente imposible hacerlo subido, tanto por el desnivel como por el poco agarre que hay. Llegamos al último tramo «ciclable», un trozo de asfalto que parece ser la alfombra roja del castillo, puesto para que tengas la sensación de haber llegado vivo.

Para llegar al castillo própiamente dicho, no nos queda otra que coger la bici por el cuadro y cargarla a la espalda, pues son todo escaleras y piedras (y las calas de las zapatillas no ayudan, pues todavía patina más). Recordemos que entre ambas bicicletas debe haber una diferencia de peso de unos 3-4kg, por lo que David baja a buscar la mía en el último tramo de escaleras metálicas (¡¿Qué me está pasando?? No me importa bajarme de la bici, dejo que me ayuden «por ser mujer»… ¡y una leche! empiezo a usar la cabeza y dejar de lado el ego!)

Una vez arriba, respiramos hondo y nos hacemos las fotos de rigor para el postureo (¡aunque esta vez con razón!)

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Iniciamos la bajada, pues se empieza a hacer de noche. ¡Error: vamos sin luces frontales potentes! Por lo que el descenso por la pista es bastante rápido, con la vista puesta bastantes metros más adelante para no meter la rueda en un surco. Control de frenos y para adelante, qué lástima que lo que cuesta tanto de subir se acabe tan rápido. La primera cuesta (que antes era de bajada) se hace muy dura incluso con el 1-1, así que nos bajamos y empujamos ya por última vez.

Bajamos por una urbanización desierta, me encanta la mezcla de velocidad – frío – soledad, y la idea de que ya volvemos a casa. Desde que hemos empezado a subir nos ha acompañado una música, que en Cabrils se hace mucho más evidente. ¿Dónde está la Rave? – suena por ahi… Al día siguiente nos enteramos que se trata del festival homosexual Circuit, que hacen una macrofiesta en Isla Fantasía (¡a unos 10km de dónde estábamos nosotros!)

Decidimos que lo más rápido será hacer el mayor tramo posible por nacional, pues siempre estará más iluminada que el paseo marítimo, que deja mucho que desear. En mí hay una mezcla muy grande de sensaciones: cansancio, ganas de llorar, satisfacción por haber subido… pero sobretodo, muchas ganas de llegar a casa. Las piernas ya pedalean por automatismo, cada pedalada es un estar un poquito más cerca. En Montgat volvemos al paseo marítimo, más a ciegas que otra cosa. Yo ya empiezo a notar mareo y se me empieza a ir la vista un poco. Pitstop cerca de Badalona a reponer azucar, pero ya he decidido que los 10 últimos km los haré en tren. Soy una persona a quién la noche le agobia mucho y por hoy ya he tenido suficiente.

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Día 3: Montjuic arriba, Montjuic abajo

Para poner en contexto a los que no sois de Barcelona. Aquí tenemos dos campos de juego naturales que limitan la ciudad: la montaña del Tibidabo, situado en el pulmón verde de Collserola (la fiesta de las trialeras a menos de 10 minutos de casa), con 512m de altura, y la montaña de Montjuic, de 170m, coronada por un castillo que fue escenario de la Guerra Civil.

En esta foto de http://www.desdedalt.com se puede ver la dureza de la última rampa

A los aficionados al ciclismo, posiblemente os suene la montaña de Montjuic por ser una de las etapas de la vuelta a España. Dado que el trazado carecía de rampas como las del Tour o il Giro, se decidió que una de las etapas pasara por aquí. Durante muchos años se celebró la Escalada Ciclista a Montjuic, una prueba única en el mundo, por la que han pasado grandes del ciclismo como Eddy Merckx o Bahamontes:

Desde los 58 metros del punto de partida hasta los 180 en que está situada la meta, son 122 de continua ascensión con un desnivel del 16% de promedio que alcanza el 18 en las rampas de los últimos quinientos metros. Es la única prueba de estas características que se disputa en el mundo; algunas de etapas incluyen mayores alturas o desniveles, pero combinadas con llanos y largo recorrido, no es «salida parada y arriba» sin más. Y los profesionales, elite-UCI, efectúan siete escaladas, cinco en línea, 24´4 kilómetros y dos contrarreloj (crónica de 2007 del ABC)

Después de esta pequeña introducción, añadir que son muchas las combinaciones que permiten llegar al castillo, pero siempre hay que afrontar el último repechón.

Nuestro punto de partida fueron las torres gemelas de Plaza España. De ahi empieza una subida en sentido antihorario que recorre parte del antiguo trazado del GP de España de Fórmula 1, en aquellos años en los que la Ciudad Condal contaba con un GP urbano como Mónaco. Antes de llegar a INEFC y zona olímpica, desvio a la derecha, bajada para soltar piernas y pequeña trialera de subida por la parte de detrás del Palau Sant Jordi. Vuelta a la carretera del Estadi, para seguir subiendo por el desvío del centro de discapacitados y llegar cerca del Mirador del Migdia, una zona de picnic con una terracita. De ahi hacia el castillo para enfilar la rampa, aunque esta primera vez zigzagueando por el parque hasta el último e inevitable repechón.

Una vez llegados al castillo, hay una pista de tierra habilitada para los deportistas urbanos, que lo rodea completamente. Preferimos recorrerlo por el interior, pues la parte que da al mar es ir esquivando guiris constantemente. Esta primera vuelta acaba en una trialera que nos devuelve a la carretera.

— ¿Y ahora qué? «¡Bajamos!» Quizás una de las motivaciones de subir a Montjuic es que después de la subida viene una magnífica bajada por Miramar, en la que puedes descansar o seguir pedalando como si no hubiera mañana para sentir al máximo la velocidad, que también hay que disfrutar un poco.

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Volvemos a iniciar la subida, esta vez por una de esas calles de Poblesec por las que todo aprendiz de conductor pasa, con stops imposibles (preguntadle a alguien de Bcn por el stop de la muerte) y cuestas en las que te enseñan a salir desde parado tirando de freno de mano y a aparcar marcha atrás. David me dice que me he emperrado en subir, y no se lo niego. Relación 1-1 para una cuesta que tiene telita, suena Titanium de David Guetta. Consigo llegar arriba, sonrisa de satisfacción y punto para mí. Seguimos subiendo por la Font del Gat, otro tramo del circuito histórico de F1. Esta vez cortamos por el jardín dónde estaba el antiguo parque de atracciones, subida que acaba en el monumento a la sardana. Hasta ahí todo bien, si no fuera porque desde allí hasta el castillo es todo subida, de esas de «madremíalaquesemevieneencima». Si o sí, éste tramo sin bajarnos de la bici. David tira, yo voy haciendo la hormiguita. Me van pasando ciclistas de carretera, un runner nos anima. Después de este tramo, llegas arriba que te sientes Rocky Balboa en las escaleras de Philadelphia. Eso yo, para David subir a Montjuic no le supone mayor esfuerzo.

Damos otra vuelta al castillo, esta vez entera, por lo que no nos libramos de los turistas que pasean por la parte mar.

Iniciamos otra bajada, dirigiéndonos esta vez hacia el puerto para cruzar por la Puerta de Europa, un puente que une las terminales de cruceros con el puerto.

 

 

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Último tramo de llaneo bastante bacheado junto al mar, recorriendo el espigón con un intento de sprint. Empieza a cambiar la luz por la puesta de sol. Aprovechamos para una fotoartísticadepostureo y volvemos hacia casa.

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Hago balance, aunque he sudado y me ha costado lo mío, no tengo esa sensación de muerte y destrucción que había tenido otras veces, por lo que creo que vamos progresando adecuadamente.

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Día 2: bajo la lluvia

Después de la salida de ayer hasta el Prat, y pese a que las piernas no me duelen, una pequeña parte de mí se ha levantado esta mañana mirando al cielo, buscando la excusa perfecta para no salir hoy. Por la radio dicen que el plan Inuncat (el de alertas por lluvias) está activado. La conversación via Hangouts entre David y yo es algo parecida a esto:

> (david) ¿A dónde quieres ir hoy: Prat, Montjuic, Collserola…?

— ¿Vamos a Mataró y volvemos? Es planito y ya son unos cuántos km del tirón…

> Me parece bien, pero no me digas a medio camino que te coges la Renfe para volver ¿eh? Que nos conocemos…

— Nono, si me comprometo a ir hasta Mataró y volver…lo hago (por mis cojones)

> Vale, si la niña quiere Mataró… pues hacemos Mataró.

Nos encontramos en diagonal con Bilbao. Bajando hacia el mar empieza a soplar el viento, mal vamos. A la altura de Montgat aparece la lluvia. ¡Ya tenemos el pack Iceland al completo: viento + lluvia, lo que (espero que no por dios) será el pan nuestro de cada día a finales de septiembre. Primeros rayos, seguidos de truenos ensordecedores; mentalmente te acuerdas de la fórmula que te enseñaron en el colegio para saber a qué distancia se encontraba la tormenta «tienes que contar los segundos y multiplicarlos por x» Es inútil. Seguimos pedaleando, bajo una fina pero incesante lluvia, paralelos a la vía del tren, repasando las estaciones de una línea que tantas veces has hecho: Montgat, Montgat Nord, El Masnou, Ocata, Premià de Mar, Vilassar de Mar, Cabrera, Mataró. Al pasar Masnou parece que la lluvia nos da un respiro, suena Pirates of the Caribbean , una mezcla que se nota en un incremento de ritmo. La tregua de lluvia es temporal, vuelve a caer finamente. En Vilasar nos incorporamos  la NII, pues finaliza el paseo marítimo que permite rodar separados del tráfico. Pese a mi odio a la carretera (en parte debido a lo incívicos que son algunos conductores), el tramo hasta Mataró se hace corto y rápido. Sonríes, no sabes si porque estás a punto de llegar o porque ya falta menos para volver. La figura de Laia la Arquera marca la mitad del camino, el inicio del retorno. Nestea rapido en la gasolinera y volvemos a los pedales, esta vez dirección Barcelona. Un cartel indica «sólo» 30 km, es lo bueno de volver por nacional, que te va haciendo la cuenta atrás.

 

A los pocos metros de salir de Mataró hay destellos en el cielo. Y truenos, cada vez más fuertes. ¿Y qué sigue a los rayos y los truenos? La lluvia. O mejor dicho, el diluvio. Se hace imposible ir a rueda de David por la cantidad de spray que levanta, me siento Fernando Alonso en su monoplaza en una carrera de lluvia. Pese a todo, llevamos buen ritmo hasta Montgat, dónde volvemos  a coger paseo. No para de llover, ya no notamos el frío, nuestras zapatillas parecen pequeñas piscinas que hacen chop chop a cada pedaleo. Maldito Karma, Renfe siempre se estropea cuando llueve. Pero hoy no, ahí está, pasando a mi izquierda puntual, cada 15 minutos, un tren dirección Barcelona, como si me estuviera recordando lo rápido que estaría en casa si quisiera abandonar (y lo seca).

Montgat, Badalona, Forum. Baja la luz, hace frío y cuando creíamos que no era posible, empieza a llover AÚN más fuerte. Suerte que ya son los últimos km. No se ve nada a menos de un metro y las calles de Barcelona parecen verdaderos ríos. Llegamos a casa de David, a mí aún me quedan 3 km para la ducha caliente, mi único objetivo ahora mismo. Ya estamos mojados, no nos va a venir de dos minutos de hacernos la foto.

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Total de la ruta, 54km pasados por lluvia y viento, es curioso ver la gráfica de ritmo.

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