Thanksgiving

When we started to plan our adventure, we contacted with  Visit Iceland to let them now our project, as any help was more than helpful and welcome.

The first response we got was from  Visit South Iceland, undoubtely the most impressive region, with Skogafoss waterfalls and Jökulsárlon glacier. They showed interest in the project and recommended us to stay at  Stracta Hotel to start visiting the region.

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What a good idea! Stracta Hotel, at Hella, is the perfect door to enter the South Region. We arrived there physically tired and morally defeated, as due to may accident we had to change plans, got back to Reykjavik, rent a car and drive to Hella. In addition, it had been raining the whole day. But the wonderful natural hot tub at 38ºC was waiting for us! Unfortunately that night rained and the sky was not clear, but imagine how amazing must it be to have the chance to spot northern lights while sitting in an outdoor hot tub! Who cares about winter times?

 

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We had to run to the room. After 160km on the bike, a warm and comfortable bed felt like a bliss! Everything at Stracta is designed to indulge the body with the best relief!

 

 

Our project delighted also  Visit Reykjanes. Reykjanes is the islandic region that everyone sets foot on, as there is the Keflavik International airport, but at the same time it is one of the most unknown, as many people just go from the airport to the capital. Apart from updating us about the bike lanes there and giving us touristic information, they put us through Blue Lagoon so we could make the most of our journey there.

And what a surprise from their side! As already mentioned here, at Blue Lagoon we were completely spoiled. They took care of our bicycles and provide us with bath robes and all what we needed to make our stay unforgettable. We didn’t want to go out of the water to go to the airport!

So in case you still have doubts, do not hesitate anymore and just book a ticket to the ice island with fire heart. For sure you will come back delighted, as we did!

 

Thanksgiving

Justo hoy hace dos semanas que aterrizabamos en Barcelona, después de 10 días por un país que ya está apuntado en la lista de «para volver» . Islandia es especial por muchos motivos:
– Los islandeses. Las veces que no estábamos en el medio de la nada nos encontramos con gente alegre (quizás les falte un poco de chispa, sí), honrada, educada y SIEMPRE dispuesta a ayudar (siempre que las normas lo permitieran). Como muestra el señor de la pickup en Gullfoss que nos devolvió a Reykjavik tras mi caida o el hombre que paró su furgoneta para ahorrarnos unos km bajo la lluvia el último día.
– Cívicos: las areas de camping enmedio del monte con una caseta con duchas de agua caliente y baños nos parecían haber salido de otro planeta. En qué otro lugar puedes dejar una bici cargada hasta los topes atada sólo con una mini cadena de espiral y que esté todo en su sitio al volver? Por desgracia eso nos queda muy lejos aquí.

– Paisajes. Si tuvieramos que describir el país con sólo una palabra sería unbeliavable (WOW). Es un contraste constante: del hielo perenne de Jókülsarlon al paisaje lunar de la F26, de las cascadas de caudal interminable como Gullfoss o Dettifoss a las playas de arena negra de Vik. Gracias a tener que coger coche pudimos recorrerlos todos, llegando incluso a los fiordos del noroeste, la joya turística escondida de Islandia.

Y después de este pequeño resumen del país que nos ha dejado enamorados, tocan los agradecimientos. Nuestros padres nos enseñaron que es de bien nacidos ser agradecidos, así que allí vamos.

Cuando compramos los billetes en mayo, poco nos imaginábamos que habría gente dispuesta a echarnos un cable.
Queremos en primer lugar dar las gracias a Bicimarket y a todo el personal de la tienda de Floridablanca por su apoyo y paciencia infinita en todas las visitas que les hemos hecho. Nos aconsejaron qué material era el mejor para llevarnos y de cúal podíamos prescindir (sin duda no pudimos hacer mejor compra que las chaquetas y pantalones impermeables, qué bien nos fueron tanto con las bicis como sin ellas!!!) y nos pusieron a punto las bicis en tiempo récord antes de meterlas en las cajas. Todos sienten pasión por el ciclismo (ya sea carretera, mtb o enduro) y eso se nota en el trato.

En segundo lugar, agradecer a Vueling lo bien que trató nuestro equipaje especial. Nuestro mayor temor era que las bicis no llegaran o que algo hubiera roto las cajas, especialmente a la ida, cuando aún teníamos 9 días de pedaleo por delante. Tanto a la ida como a la vuelta aparecieron las cajas en perfecto estado en la cinta de equipajes especiales, así como la bolsa que habíamos facturado con las alforjas y herramientas. Así que en futuros viajes cicloturistas volveremos a confiar en ellos para llegar puntuales a nuestro destino!

No podemos olvidarnos de nuestros amigos especiales, que quisieron aportar su granito de arena tras leer nuestro proyecto. Santi nos prestó unas alforjas, Rubén ropa de invierno y Marcel, María José y Álvaro nos hicieron un ingreso para que el frío fuera un poquito menos duro con algo de comida caliente. No sabemos si lo hicieron porque les gustó la idea del proyecto o para recibir una postal, ¡que ya todos tienen en casa!

Así como una mención para los chicos de BCN Biker Team, que pacientemente han respondido a nuestras dudas y nos han aconsejado material para llevarnos.

Y si empezábamos el post hablando de lo mucho que nos ha gustado el país y de cómo intentan ayudarte, merecen mención especial  para Visit Reykjanes, Visit South Iceland, Stracta Hotels y Blue Lagoon. (click here to read it English)

Al empezar a planear nuestra aventura, contactamos con Visit Iceland para contarles el proyecto, pues cualquier ayuda era bienvenida.

Los primeros en responder fueron Visit South Iceland, sin duda la región más espectacular, con las cascadas de Skogafoss y el glaciar Jókulsarlón. Se interesaron por nuestra aventura y nos recomendaron el Stracta Hotel para empezar a recorrer la región.

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¡Menudo acierto! Stracta Hotel, situado en Hella, es la puerta perfecta de entrada a la región sur. Llegamos cansados y moralmente derrotados, pues debido a mi caída tuvimos que cambiar el plan, regresar a Reykjavik, coger el coche y conducir hasta Hella por la N1. Además, llevaba lloviendo todo el día. Pero nos esperaba la magnífica bañera de agua a 38ºC que emana directamente de la tierra! Esa tercera noche en el país llovía y estaba nublado, pero imaginad una noche clara de invierno, la posibilidad de poder ver las auroras boreales bien calentitos dentro del agua.

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Eso sí, nos tocó salir corriendo hacia la habitación. Tras 160km de bici, una cama calentita y cómoda nos sentó super bien! Todo en el Stracta está pensado para que el cuerpo descanse de la mejor forma posible.

También acogieron con los brazos abiertos nuestra idea desde Visit Reykjanes. Reykjanes es la región islandesa por la que todo el mundo pasa, pues es dónde se encuentra el aeropuerto de Keflavik, pero precisamente por ese motivo es una de las menos conocidas, pues la mayoría se limitan a ir hacia la capital. Aparte de informarnos de la situación de los carriles bici en la región y de darnos información turística, nos pusieron en contacto con Blue Lagoon para que pudieramos disfrutar de la mayor atracción turística de la zona.

¡Y vaya si se portaron en Blue Lagoon! Como ya explicamos aquí , en la Blue Lagoon nos trataron como reyes. Se encargaron de guardar nuestras bicicletas y nos proporcionaron albornoz y todo lo necesario para que nuestra estancia fuera inolvidable. ¡No queríamos salir del agua para irnos al aeropuerto!

Así que si alguien todavía se lo está pensando, que no lo dude más y que se decida a visitar la isla de hielo con corazón de fuego. Seguro que vuelve encantado, como nosotros!

Etapa 10: sorpresa final

El cuerpo pedía dormir en cama normal y lo que tenía que ser una alarma a las 6.45 se acaba aplazando casi hasta las 8.

 

Bajamos a desayunar al buffet del Kex, dónde damos buena cuenta de los panes integrales, yogur y muesli. Habiendo devuelto el coche, la única opción que nos queda es pedalear los 50km hasta el aeropuerto, así que hay que cargar las pilas.

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Nuestro vuelo sale a la 01.40am, por lo que podemos tomárnoslo con toda la calma del mundo para evitar cargar demasiado la rodilla, que estos días se ha portado bien.

 

Sacamos las bicis del trastero dónde han pasado la noche y procedemos a distribuir las alforjas, sacos y tienda, así como apretar cuatro tornillos que se habían aflojado con todo el traqueteo! El cielo amenaza tormenta, así que ya colocamos las fundas de lluvia sobre las alforjas, para evitar tener que hacerlo si nos pilla la lluvia por el camino.

 

Otra vez nos vuelve a costar salir de la ciudad (aunque ni mucho menos lo que nos costó a la ida) y ahora evitamos la carretera 41 utilizando los carriles bici asfaltados que serpentean a los lados de ésta. A unos 10km de Reykjavik y ya en carretera normal nos empieza a llover y tenemos que parar en una gasolinera para ponerme los cubrebotas de neopreno que me recomendaron en Bicimarket y que hasta ahora habían estado bien guardados. Neopreno y rápido son dos conceptos que no se llevan bien, me costó lo mío poderlos cerrar sobre la bota.

 

Nos incorporamos de nuevo a la 41, en la primera (y única) bajada del trayecto. Vuelve a llover, esta vez convertido en frío granizo y acompañado de un viento que sopla en cualquier dirección menos en la que nos interesa.

Como ya es típico, la lluvia para de golpe y sale el sol. Suerte que vamos bien equipados con ropa impermeable! El viento no amaina y aparecen los primeros problemas, tanto mecánicos como físicos. El cuenta de David deja de funcionar y el freno no responde bien. Por mi parte, mi cuerpo no ha asimilado demasiado bien el desayuno y se queja fuerte.

 

La carretera tiene una leve subida constante y el viento es tan fuerte que arranca la bandera de mi bici y nos obliga a bajarnos, pues los zarandeos son peligrosos. Vuelve a llovee y empujamos las bicis por el arcén, mientras con la mano izquierda hago autostop (nunca se sabe!). Frío, viento, lluvia y dolor, la combinación perfecta para querer tirar la bici por la cuneta.

 

En poco menos de dos minutos para delante nuestro una furgoneta blanca, que nos pregunta si queremos que nos lleve o preferimos seguir andando (qué humor!!)!! En la parte trasera lleva dos motos de Cross, pero aún y así hay hueco para las dos bicis cargadas con las alforjas.

 

Nos pregunta hacia dónde vamos y cuando le decimos que a la Blue Lagoon, nos dice que nos puede dejar justo en el desvío.

 

Descargamos las bicis, los carteles indican 10km y al final de la recta se ven las columnas de humo. Ilusos e inconscientes, pensábamos que el viento habría amainado pero no. Sopla aún más fuerte y más en contra, por lo que el ritmo en plato pequeño es prácticamente nulo. David se cae prácticamente en parado. Nos toca volver a empujar las bicis, pues esta vez no hay suerte en la llamada del dedo. Spoiler para ciclistas: las rectas planas no existen en Islandia, siempre suben.

 

A las 1625, casi 6h después de haber dejado la capital, llegamos a la Blue Lagoon, uno de los rincones más fantásticos (y turísticos de la isla).

 

La Laguna Azul (islandés: Bláa lónið) es unbalneario geotermal situado al suroeste deIslandia. Se trata de una de las atracciones más visitadas del país, donde las vaporosas aguas son parte de una formación de lava. Las aguas templadas son ricas en minerales como sílice y azufre y bañarse en la Laguna Azul se dice que ayuda a personas que padecen de enfermedades de la piel como lapsoriasis.[1] La temperatura del agua en el baño y la zona de natación de la laguna tiene una media de 40 °C (104 °F).

 

La laguna es alimentada por la producción de agua de la cercana planta de energía geotérmica Svartsengi. El agua sobrecalentada surge del terreno cerca de la corriente de lava para mover las turbinas que generan electricidad. Después de pasar por las turbinas, el vapor y el agua caliente pasa a través de un intercambiador de calor para proporcionar calor para el sistema de agua caliente municipal. Luego el agua se alimenta a la laguna para usos recreativos y medicinales.

 

Antes de partir nos pusimos en contacto con las diferentes oficinas de turismo del país para darles a conocer el proyecto Bike2Iceland. Desde Visit Reykjanes se mostraron encantados con la idea y nos invitaron a la Blue Lagoon. Así que ya teníamos aliciente para pedalear cada día, pensar en un bañito caliente!

 

Y aunque los planes de viaje se nos truncaron, la Blue Lagoon seguía esperándonos tras estos últimos y duros km! Tras presentarnos nos guardaron las bicis en la taquilla y nos dieron nuestra pulserita con todo lo que ello implica: consumición y mascarilla de algas incluida, control de la taquilla para la ropa y cargos varios. Todo muy cómodo, así sólo tienes que llevar contigo tu albornoz y te cobran lo consumido a la salida.

 

El agua esta a unos 38-40grados, mientras que fuera debemos estar a 8 max. El contraste es fuerte pero se está genial en el agua!! Sauna, baño de vapor y cascada de agua caliente. En las rocas han colocado cajas con fango silica para usarlo como mascarilla.

 

Nos acercamos al bar situado enmedio del agua. Pedimos un smoothie y nos escanean la pulsera. The good life, que le llaman.

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Aunque estamos arrugadísimos, no hay quien nos saque del agua caliente pero el deber nos espera y tenemos que volver al Alex Guesthouse para desmontar las bicis y ponerlas a dormir en sus cajas. Con el cuerpo relajadisimo y lloviendo, tenemos la suerte de poder coger un taxi de 6 personas dónde entran perfectamente las bicis.

 

Desmontarlas nos lleva más tiempo del que pensábamos, pero aún y asi vamos sobradisimos y nos toca esperar en el aeropuerto. Por un lado, un vuelo a la 01.40 te permite aprovechar el día pero luego la espera se hace eterna!

 

El embarque significa dejar atrás Islandia, un viaje que había sido planeado al detalle  y de golpe tuvimos que reestructurarlo todo, pero en el que hemos visto mucho más de lo que nos habríamos imaginado jamás.

 

Etapa 9: llegada a Reykjavik

Cuando ha sonado el despertador esta mañana, desde dentro del coche se veía un color raro en el cielo. Al salir para ir a la ducha vemos que es el amanecer!! El primero que vemos desde que estamos aquí y el primer día que no caen gotas ni está gris. Hoy va a ser un gran día!!

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Por el camino clima islandés: en menos de 5km pasamos del sol al diluvio universal y vuelta al sol. Para volverse loco!!

 

Empezamos a bajar con la duda de si ir a Borgarnes y Reykjavik o desviarnos y ver una última cascada, por eso de no dejar la lista incompleta. Así que cogemos la 50 y 518 hacia Hraunfossar y Barnafoss, unas curiosas cascadas formadas sobre lava.

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Hay dos formas de llegar a Reykjavik… la aburrida N1 o la forestal 550. Vamos a despedirnos a lo grande no? Como toda buena «F», en la entrada tiene el cartel que recuerda a los turismos que tienen la entrada prohibida.

 

Es meterse en una F y que desaparezca todo rastro de vida. La carretera empieza a subir y traquetear. Sopla el viento muy fuerte, como todavía no lo habíamos visto aquí en Islandia (y eso que todo el mundo nos había advertido de ello).

 

Desvío a la izquierda, obras para la construcción de un puente y una grua en medio del camino. Preguntamos en la garita si se puede seguir por la 551. Dice que sí, que lleva al glaciar asi que para allí que vamos! 6km que suben hasta una casa-restaurante y los enormes 8×8 de las excursiones al glaciar.

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Y delante nuestro, una enorme massa de hielo kilometrica que cubre la ladera de la montaña. La temperatura del coche marca 4°C (ha bajado 10 en solo 5 kilometros!!!) y la lluvia y la ventisca nos impiden bajar del coche y acercarnos un poco más.

Retrocedemos por la 551 persiguiendo un doble arcoiris que siempre se aleja de nosotros.

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Ya de nuevo en la 550, vemos que es bastante «plana» y rápida, por lo que David desactiva el control de tracción y empieza a exprimir el Qashqai por la pista de grava. Última etapa del Mil Lagos Islandés para despedirnos de esta tierra! Curvas rápidas, baches y charcos, pura diversión!!

 

Llegando a Reykjavik nos asombra ver que todo el mundo circula por el carril derecho, facilitando las incorporaciones, respetando a los demás y todo lo que el trafico debe obedecer.

 

Llegamos a la puerta del Kex Hostel, (patrocinado por María José Roldán), un albergue muy hipterizado.

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Procedemos a sacar las bicis del maletero para meterlas en un cuartito, vaciar todo el maletero y comprobar que no queda nada en el coche, algo muy fácil después de tantos días haciendo vida en él.

 

Dejamos las llaves en recepción (nos lo recogen sin sobrecoste en cualquier hotel de Reykjavik!) y bajamos al Domino’s pizza, situado estratégicamente al lado de la puerta. Hoy es el día de nuestros mecenas! Alvaro nos patrocina la pizza familiar y las tiras de pollo, la primera comida caliente en serio desde los nachos de Marcel en Egilsstadir!! A tu salud Álvaro!!

 

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Y ahora si, toca recorrer la ciudad aprovechando que no llueve y tenemos las bicis listas. Eso de que no llueve… es como el chiste de los intermitentes: ahora sí ahora no.

 

En la calle principal todas las bicis están sin atar o con una cadenita de las que en España usamos (con reservas) para atar el sillín. Atamos las nuestras con algo más contundente y paseamos un poco, se nos hace taaaan raro alejarnos de las bicis!!!

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Reykjavik parece más un pueblo que la capital de un país (la más al norte de europa, por cierto), con sus casas de colores en las calles principales. Con las bicis bajamos hacia el puerto, dónde está la escultura del Sun Voyager y el palacio de cultura Harpa.

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Volvemos a subir a la catedral, que fotográficamente hablando deja bastante que desear aunque es curiosa por su forma.

 

Y de vuelta al Kex se cruza en nuestro camino la Paradise Ice Cream, una heladería con una pinta estupenda. Batidos de 4 «pelotas»!!! bolas de coco y fresa para recuperar azucar. Pensareis que estamos locos, pero lo cierto es que empieza a llenarse de nativos que van pidiendo helados enormes, pese al frío que hace fuera.

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Volvemos al Kex, para sentir de nuevo lo que es dormir en una cama normal!!

 

Etapa 8: en busca de Puffins

Otro día más que amanece lloviendo. En el parabrisas del coche tenemos un papelito que nos invita a pasar por la recepción de la piscina a pagar. Oye, pues ya que tenemos que pagar y la piscina está incluida en el precio, casi que aprovechamos no?

Nos falta tiempo para sacar la toalla y los bañadores, cambiarnos y meternos al agua. La recepcionista me pregunta si quiero que encienda las burbujitas. Claro que sí!!! Jacuzzi de agua calentita después de una noche fría en el coche. La entrada incluye sauna. Qué recuerdos de la época de Rovaniemi!

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Son las 10 e iniciamos la ruta hacia la cascada de Dynjandi, la olvidada. La carretera se acerca por el fiordo y se ve al fondo. Han montado un aparcamiento justo abajo, por lo que hay que subir por un caminito asequible aunque alto y con buena pendiente.

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Durante la subida vas pasando por varios saltos de agua que junto a la grande acaban sumando 100 metros de altura.

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Arriba hay un fotógrafo con una cámara de gran formato. Como es habitual… nos mojamos bastante! por el rechazo del agua al impactar con las rocas.

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Seguimos por los fiordos hacia uno de los atractivos de la isla, los frailecillos (también conocidos como puffins). Por el camino cruzamos un puerto de montaña y  paramos a comer, calentando noodles con el fogoncillo bajo una mesa de madera para que no le diera el viento ni la lluvia. Y luego arroz, aderezado con el aceite de hierbas que sobra del pote de queso feta. Para ser arroz calentado en una taza de 33cl no ha quedado tan mal!!

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Girando a la derecha nos encontramos con un barco abandonado, el primer barco de acero islandés, varado en la playa desde 1987.

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Seguimos recorriendo carretera hasta los acantilados de Latrabjarg, con una altura de 421m y dónde habitan diversas aves, entre ellas los simpáticos Puffins. Desde este punto, el más al oeste de la isla y de europa es posible ver Groenlandia en días muy claros. Está prohibido el camping debido a los fuertes vientos que pueden levantarse de golpe y que es habitad de estos animales.

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Indican que para poder ver las aves hay que estirarse en el suelo para repartir el peso, pues de pie es peligroso por el viento y los surcos que las aves hacen. Estamos nosotros para ponernos a hacer la croqueta!! Nos asomamos un poquito, pero ni rastro de los pajarillos. Solo una pared vertical de 400 metros que cae al mar!! espectacular.

Nuestro gozo en un pozo tras un buen rato buscando los animalicos… volvemos al coche un poco desilusionados aunque entendemos que el clima los tiene obligados a esconderse en sus nidos.

Yendo por la ruta 60 hacia el sur de los fiordos la tarde nos regala otra luz magnífica. La carretera deja de estar asfaltada y hay maquinaria trabajando en ella, pero no pueden cortarla porque obligarían a dar una vuelta enorme a la isla. Nos preguntamos qué les costaba asfaltarla entera cuando tenían allí la maquinaria necesaria, en vez de hacerla a cachos.

Intentamos coger el ferry que cruza el fiordo hacia el sur para reducir los km. Son las 1730 y según el cartel que hay en la oficina, a las 18 sale un barco. Llamo y me dicen que sólo domingo y viernes, así que no nos queda otra que seguir adelante y parar una vez baje la luz.

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Damos con un camping con duchas de agua caliente, y ahi plantamos el coche en nuestra última noche con el Qashqai.

Etapa 7: fiordo arriba, fiordo abajo

El camping de Hvammstangi nos vino como anillo al dedo para dormir anchos. Yo monté mi chiringuito en el comedor, plantando la colchoneta delante de las bicis y bolsas de comida, mientras David prefirió quedarse con todo el espacio del maletero para él.

Debo reconocer que al apagar las luces, quedó un ambiente muy de peli de miedo barata americana…

 

Otro día que amanece lloviendo  (algún día no lo hace aquí??). Mientras desayunamos aprovechamos el wifi para planear el día, pues la zona noroeste no entraba ni por asomo en nuestros planes cicloturistas (ya de por si es una de las menos visitadas por lo lejos que cae de la N1). Hasta Isafjördur nos esperan 372km por las 61/68, una carretera que recorre la longitud de los fiordos (la de km que se ahorrarían con puentes!!).

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El cielo parece que quiere abrirse y va dejando caer rayos de luz perezosos, que dan bonitas tonalidades al paisaje. A la derecha de la carretera, ovejas, campos, alguna iglesia pequeñita y sencilla y siempre el mar en calma. Un mar en el que yo sigo emperrada en encontrar focas, pero sólo hay aves que se confunden a lo lejos. Hasta que…Para David!! Para que hay focas!!! Y esta vez de verdad! Lo bueno de estas carreteras tan poco transitadas es que puedes dar la vuelta con relativa facilidad. Y ahi estaban, 4 pequeñas focas estiradas en las rocas a pocos metros de la costa. Nos miran con la misma curiosidad que nosotros a ellas, y un par se acercan a la orilla (manteniendo la distancia y sin salir del agua) sin dejar de observarnos.

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Al tercer fiordo el paisaje se empieza a hacer monótono, por lo que nos desvíamos a la derecha para acercarnos al único glaciar de la zona. Por las altas paredes brotan infinidad de minicascadas y hay enormes placas de nieve.

 

Llegar a la base de la lengua glaciar es una excursión por terreno pedregoso que mi rodilla no toleraría demasiado bien, así que descartamos la excursión en solitario y volvemos a la carretera principal.

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Los fiordos van creciendo en altura y el caprichoso clima islandés nos somete a un diluvio de pocos metros, seguido de su correspondiente arcoiris sobre el mar. En la carretera señalizan focas a 200m. Hay una California con matricula española! parada a la izquierda, lo que significa que el cartel debe ser cierto.

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Y vaya si lo es!! Un montón de focas gorditas en las rocas, a unos 20m de la orilla. Justo detrás de la furgoneta hay una mesa de camping con una caja de plástico encima. No puede ser… me acerco para ver qué contiene y encuentro dos prismáticos (sin atar), puestos allí sin duda para que podamos ver mejor a los animales. También hay dos potes de mermelada de arándanos casera con el precio marcado de 1000kr, una pequeña caja con abertura para poner el dinero y un libro de visitas. Alguien duda a estas alturas que nos llevan años de ventaja?

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Por fin llegamos al primer pueblo Sudavik, en el que hay un museo sobre el zorro ártico. Nuestra llegada despierta la curiosidad de un ejemplar en recuperación que hay en una enorme jaula a la entrada y el animalico sale de su escondite para observarnos mejor con sus preciosos ojos marrones. No hay ninguna duda de la evolución natural!

 

Al final del fiordo se asoma, a las 4 de la tarde, encajonado entre montañas, Isafjördur. Sus casitas de colores le dan un encanto especial y aprovechamos que hace sol para recorrerlo en bicicleta (y así probar como va mi rodilla). En cinco minutos nos hemos acabado el pueblo!

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Al darnos la vuelta, nos cae literalmente encima un chaparrón de estos de cinco minutos, suficiente para arruinar nuestros planes y tener que volver deprisa al coche.

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Parece que la rodilla va bien, sin duda los dias de reposo ayudan. Dos minutos después de cargar las bicis vuelve a brillar el sol como si no hubiera pasado nada.

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Nos acercamos a la gasolinera y vemos que hay mangueras para limpiar el coche…gratis! Claro, en este país les sobra el agua! No está de más darle una buena pasada al Qashqai, por lo menos para que se vea la matrícula y recupere algo de su color original.

 

Para cruzar al lado oeste del fiordo hay un túnel que lo atraviesa. Hasta aquí todo normal si no fuera porque tiene un desvío dentro, señalizado perfectamente con un ceda el paso, como en cualquier otra carretera. Pasado el ceda, el túnel se estrecha y en los 5 próximos km tiene prioridad el que viene, no nosotros. Cada 100m tiene espacio para parar y teléfono de emergencias.

 

Llegamos a Pingeyri, dónde tenemos que tomar la decisión de seguir la carretera 60 en línea recta o bordear el fiordo por una forestal, indicada en el folleto como «carretera para jeeps con vistas que quitan el aliento».

Evidentemente, allí que vamos. Por si las F por el corazón de Islandia no fueron suficiente emoción para el cuerpo, empezamos a recorrer una estrecha pista pedregosa entre la montaña y el acantilado, que impone mucho respeto a la copiloto, aunque la idea de meterse haya sido suya.

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Por suerte el día ha despejado y tenemos una luz cálida preciosa que hace más fantástico el camino.

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No hay nada, sólo naturaleza salvaje, alguna que otra oveja, y el mar. Llegamos al faro que marca la mitad del camino y a partir del cual la pista se mete ya hacia tierra otra vez, siempre con el mar a la derecha.

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Cruzamos un pequeño río sin señalizar y llegamos a una señal de advertencia, con una palabra en islandés de «impassable». Paramos el coche y como no llueve, nos bajamos a ver el motivo. Unos metros más adelante el camino baja a nivel de mar con las olas picando sobre él y poco más allá desaparece, engullido por el mar. Si es que cuando esta gente señaliza algo, es con razón!! (aunque ya que estamos, la señal de coche al mar o una cuerda cerrando el camino no estarían de más).

 

David le da la vuelta al coche con mucho cuidado pues el espacio es limitado y el acantilado no permite demasiada maniobrabilidad. Iniciamos el camino de vuelta, que hay que hacer un poco rápido pues cae la luz y no nos apetecería demasiado quedarnos allí.

 

Por suerte la tormenta aguanta hasta que llegamos al pueblo (y sonreímos al ver las luces de civilización). Plantamos el coche en el camping y respiramos hondo.

 

Esta noche no tenemos la misma suerte con el camping, pues sólo tiene un bungalow con lavabos. El cuerpo necesita calorías y es todo un show hacer los noodles en las tazas de 33cl, con el campingaz dentro del pequeño lavabo pues fuera no deja de llover.

Tras el delicioso manjar, es momento de volver a hinchar las colchonetas de playa y desplegar los sacos…

 

Etapa 6: del offroad al asfalto

Dormir en ese refugio fue lo mejor que nos podía haber pasado. Dentro de los sacos, cubiertos con las mantas… pero en la casa hacia mucho frío. Salir fuera era peor porque el viento que soplaba fuera acojonaba y la mezcla con humedad ya hacia imposible permanecer a la intemperie.

 

Desayunamos sopa caliente y recogemos todo. No queremos salir pero hay que hacer camino. Nos debatimos entre si seguir la F26 hacia el sur (y luego volver a subir al norte hacia los fiordos) o deshacer por una pista alternativa hacia el norte, por lo que decidimos volver a la garita de los rangers para preguntar qué opción es la mejor, pero los chicos están durmiendo como troncos.

 

Decidimos volver al norte por la F821, que lleva directamente a Akureyri. Si la F26 era la nada, esta es Marte. Más subidas, bajadas, ríos y piedras. Un trayecto que ni en Dakar!

 

La carretera pasa por otro refugio, éste con piscina termal al aire libre (y yo sin saberlo!!!) pero seguimos adelante, hasta que la pista pasa de ser etapa Titan Desert a Bike Park, o lo que es lo mismo, pasamos de largas rectas con «piedrecitas» a una empinada bajada con rocas sueltas. Por el camino nos toca cruzar varios ríos más sobre rocas rojizas y no queda otro remedio que confiar en que no habrá cambios sorpresa de profundidad. El camino se mantiene paralelo al río, bajando encajonado por un valle de altas paredes por las cuales bajan pequeñas cascadas.

 

 

Hoy el día es completamente diferente de ayer, llueve y sopla MUCHO viento, algo de lo que ya nos había advertido todo el mundo. Se acaba la carretera de sufrimiento y aparece el asfalto. N1 hacia el oeste, el viento nos desplaza hasta el coche! (qué habría sido de nosotros con las bicis…)

 

Nos dirigimos a la península de Vaestnes, justo antes de entrar en los fiordos del noroeste, con la intención de ver las focas que se encuentran allí en colonias. Hay hasta carteles en la carretera con simpaticos dibujos.

 

Pero sólo hemos visto una (yo que iba con la ilusión de una niña pequeña de verlas croqueteando en la arena), y eso que ibamos mirando todo el rato al mar. Malditos patos que se creen focas y nos confunden!!

 

En Hvannstangi nos toca la loteria: encontramos un camping que acabó la temporada el 15 de septiembre con duchas de agua caliente, cocina y un amplio comedor comunitario.

 

Estas son las instrucciones de uso, confianza total en el civismo del usuario.

 

Así que hoy cenamos caliente (sopa, para variar) y dormimos calientes también.

 

Si es que como dijimos ayer, que dios bendiga el gobierno Islandés!! (no nos cansaremos de repetir la de años de ventaja que nos llevan)

 

Etapa 5: anochece en la F26

Otro día que se levanta nublado y gris. Esta noche han caído algunas patadas porque ocupábamos más espacio del que debíamos en el maletero del coche.

Después de deshinchar los colchones y conseguir que David saliera del saco para meterlo en su bolsa, hemos tardado sólo 10 minutos en desatar las bicis y meterlas dentro del maletero. Vamos mejorando!

 

Al estar ya en la zona norte de la isla, empieza a haber carreteras que se dirigen al centro que están cortadas por riesgo de erupción volcánica e inundaciones, como es el caso de la F88 que va hacia la caldera de Askja. Ya te avisan que es mejor meterse con el depósito lleno cuando estan abiertas!!

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Bajamos hacia el lago Myvatn. En el camino encontramos la zona geotérmica de Hvrerir, muy interesante de ver aunque el fuerte olor a azufre (popularmente conocido como olor a huevos podridos) tira bastante atrás.

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Advertencia para ciclistas con cojones de llegar hasta el norte: la N1 antes de llegar a Myvatn y casi hasta Akureyri se vuelve una auténtica montaña rusa con rampas kilometricas del 10-17% (solo??)

Llegamos a Godafoss, otro de los hitos del viaje tras el rediseño, pues ya contábamos con no verlo. Es la foto del blog (en invierno, eso sí) y nos hacía especial ilusión verlo. Además hoy HA HECHO SOL, por lo que motivos de más para estar felices aunque eso haya fastidiado las fotos por la dura luz. Quizás no sea de las cascadas más grandes que hayamos visto aquí pero IMPRESIONA MUCHO.

 

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Seguimos hacia Akureyri, la capital del norte, base de las salidas para avistamiento de ballenas (3h en barco, ni pensarlo) y todo tipo de excursiones. Segundo spoiler para ciclistas: hay un importante repecho (con su correspondiente bajada del 10%) justo antes de llegar a ver el mar.

Vemos con cierta envidia como una manada de felices ciclistas urbanos, todos ataviados con su chaleco, se detienen en un semáforo.

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Aprovechamos el primer día 100% soleado (nunca sabes si será el último en este país) para recorrer un poco el fiordo, que nos regala una vista espectacular.

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Es el momento para deshacer km hasta volver a llegar a Godafoss, no porque queramos volver a ver las cascadas, sinó porque desde allí parte la pista forestal más larga y dura de las que cruza el país, la mítica F26. 240km de baches , grava y paisaje lunar.

 

Mientras planeábamos las etapas ciclistas, David se metió en la cabeza hacerla, algo que descartamos por falta de tiempo (y para qué negarlo, yo lo veía demasiado duro). En el momento que peté de la rodilla y tuvimos que coger el coche, ya quedamos que la haríamos, para compensar un poco la ilusión del viaje cicloturista.

Pese a que yo no las tenía todas conmigo, nos adentramos en la F26.

 

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La pista, únicamente señalizada por palos, empieza a retorcerse y subir y subir, cruzando un terreno completamente desértico. Al poco de empezar, nos desviamos hacia la cascada, un curioso salto de agua entre columnas basálticas.

 

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Son las 5, tenemos un par de horas (tres como mucho) para recorrer los 120km offroad que aproximadamente nos separan del refugio, situado supuestamente a la mitad del recorrido.

Tercer spoiler del día para ciclistas: ole los huevos del que decida meterse allí con las alforjas!!! Subidas contínuas y ciegas, terreno rocoso y NADA alrededor más que piedras. Los chicos asturianos  que hicieron la F35 se convierten en superhombres!!

 

Una de las cosas que más me preocupa de la F26 no es quedarnos allí enmedio, pues llevamos dos días durmiendo en el coche, sino el tener que cruzar ríos, ya que eso no está cubierto en ningún tipo de seguro. Pero eh, no pain no game no?

Nos vamos encontrando riachuelos que David y el Qashqai sortean sin demasiada dificultad.

Literalmente el medio de la nada. No hay ni rastro del refugio y empieza a caer la luz, por lo que el modo de conducción pasa a ser más digno de un tramo de rally…hay que devorar kilometros rapidamente. Sorprendentemente no me mareo (yo que soy un desastre en este tema) y disfruto del recorrido. Enfrente nuestro aparecen las montañas heladas del glaciar Vatnajökull, el mayor de Europa y dónde está el amigo Bardarbunga en erupción.

 

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Llegamos a la segunda carretera cortada por riesgo de erupciones.

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En la garita de seguridad el forestal nos confirma que a 5km hay un refugio y que debería estar abierto. Grandes noticias. A los pocos metros nos encontramos con el primer rio grande y con caudal abundante en movimiento del camino. Paramos el coche, intentando ver por dónde es más seguro pasar. El ranger parece leernos el pensamiento y se nos acerca riendo. Nos dice que no hay peligro, que crucemos en diagonal en lugar de hacerlo recto y que cualquier cosa, pues ellos están allí (como se nota que están aburridos!!)

 

Siguiendo sus consejos cruzamos sin problemas y hacemos los últimos km hasta que divisamos las tres casitas! Aparcamos el Qashqai y entramos a inspeccionar la que pone «this hut is OPEN» Lo único que se nos pasa por la cabeza es un viva el gobierno islandés!!!

 

Se trata de un refugio completamente equipado con comedor, literas con colchones y cocina, dónde los que estamos de paso vamos dejando comida para los siguientes que lleguen. A la entrada hay zapatillas, para que nos quitemos las botas y no manchar el suelo de madera. Cuántos años de ventaja nos llevan, menuda cultura colaborativa tienen!!

 

Lo más importante es que hoy no dormimos en el coche y cenamos caliente, pues hay cocina de gas!!! Así que el sobre de Sopinstant con fideos y pastilla de avecrem entra como el mejor manjar de restaurante de estrella michelín!! Creo que David nunca había apreciado tanto una sopa de sobre!

 

La suerte sigue de nuestro lado y nos regala un cielo limpio y completamente estrellado, con el humo del volcán cruzando la noche (al principio lo confundimos con una aurora boreal, pero se mantiene siempre estático en la misma dirección) y una ténue luz roja que refleja la erupción en la lejanía.

 

Tengo que darle la razón a David (sólo una vez, que luego se acostumbra) de que ha sido una gran idea coger la f26 y llegar hasta el verdadero corazón de la isla.

 

Si tenemos que ver auroras, hoy es la noche. Pero otra vez los 5 minutos de coger calor dentro de los sacos nos traicionan hasta la mañana siguiente.

 

Etapa 4: reencuentro con la bici

 

Quien dijo que el proyecto bike2iceland habia muerto?

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Amanece lloviendo en Jökulsárlón, por lo que un chocolate caliente ha entrado muy bien en el cuerpo. De allí hemos iniciado la ruta hacia Höfn y Elgasstigir. Nueva recomendación para ciclistas: este trozo de la isla es altamente evitable, pues la carretera pasa por la nada y hace muchos sube y baja.

A medida que nos acercamos al este, se pega más a la costa, recorriendo los fiordos. Mi misión como copiloto es buscar formas de vida animal en el agua (más allá de los cormoranes y demás aves) y avisar, pero no hay suerte en el avistamiento.

En uno de los fiordos, cuando la N1 deja de ser asfaltada, había un doble cartel: Egilsstadir 63km por pista que subía o 124 por la N1. Qué poco nos ha costado tomar la decisión de qué camino tomar!!

 

 

Nada más ver la pista y el cartel de 19km y 17-23% de desnivel, David ha tenido una buena idea para sacarse el mono de la bici: bajar la suya del coche y hacer él el tramo en bici, por lo que yo me he convertido en la conductora del coche escoba. Sólo ver las subidas yo ya sufría!!

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Duro, muy duro. No ha sido nada fácil pedalear bajo la lluvia, el barro,grava, frio y la niebla constante en las subidas empinadísimas de hasta el 23% en las que el Qashqai se calaba, con el consecuente dolor de Sara al embragar para poner primera. Eso sí, llegar al final del puerto fue muy gratificante. 19km de ruta en hora y media acumulando 870m de desnivel…

 

 

 

Montamos la bici llena de barro en el coche y seguimos hacia Egilsstadir, el «centro neurálgico» de la zona Este, un pueblo de dos manzanas de largo. De allí seguimos la N1 hacia Dettifoss. Welcome to Mars, parece decirnos la carretera desértica. No hay ni el más mínimo indicio de que a sólo unos kilómetros se encuentren las cascadas más caudalosas de Europa. Todo llano y seco,sin ríos. Y de golpe aparece un gran cañon y se ven las partículas de agua que suben.

 

 

Si Skogafoss nos había parecido impresionante, no tenemos palabras para describir ésta.

Después de un rato deshacemos camino para volver al inicio del desvío, 23km atrás, dónde había un Youth Hostel y zona de acampada (llámemosle campo). Preguntamos por el precio de la cama caliente en el B&B y nos pareció excesivo, por lo que repetimos el plan con glamour: bicis fuera, atadas a la mesa de madera (que somos españoles y se nos sigue haciendo raro eso de dejarlas libres), cena a base de pan bimbo, hinchar las colchonetas en la parte de atrás del coche y a dormir. Buenas noches!

 

Etapa 3: cambio de planes

Ayer llegamos al Stracta Hotel con la intención de irnos directamente a la cama, pero al ver que había piscinas termales exteriores cambiamos rápidamente de idea. No podíamos no probarlo, además fue una buena forma de pasar página de todo lo que había sucedido. 38°C bajo la lluvia helada de noche, una experiencia más que recomendable.

 

Hoy ha sonado el despertador varias veces, costaba salir de debajo el nórdico. Desayunamos en la habitación lo que habíamos comprado para comer en la etapa: sopa caliente de tomate, queso en aceite, longaniza y pan bimbo con nocilla.

 

Cargamos todo en el coche, con cuidado de que nada toque las bicis «más de la cuenta» y nos incorporamos a la N1, la carretera que da la vuelta a la isla y empezamos a comprobar eso de que no es tan «bike friendly», como ya habíamos leído en varios foros: sin arcén y el margen lateral super mal asfaltado. Qué fácil se hacen los km desde el coche!

 

A lo lejos se divisa una montaña con una cascada. «Si hay un desvío a la izquierda, métete» Se trata de Seljandfoss, la cascada en la que puedes caminar justo por detrás de la cortina de agua, quedando empapado, eso sí.

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Pensaba que mi rodilla había mejorado un poco con todo el calor de la noche, pero al subir las primeras escaleras para ir detras de la cortina vuelvo a ver las estrellas de dolor.

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Salimos empapados solo de rodear la cascada, es curioso que justo a 200m haya una zona de camping.

 

Seguimos hacia la próxima cascada, la de Skogafoss. Esta impresiona porque es una caída limpia de 65m a la que te puedes acercas casi al filo del agua.

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David sube los 517 escalones que hay hasta el mirador superior, yo ya ni lo intento porque sé que voy a rebentarme más, así que lo espero abajo. Aquí también hay un camping y un café, en el que aprovechamos para calentar el cuerpo con un chocolate caliente y un trozo de cheesecarrot cake.

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Sabemos que hay un avión accidentado en la playa cerca y vamos en su busca. Para llegar hace falta meterse campo a través por una pista muy pedregosa que lleva casi a la orilla de la playa. Hay que llegar hasta el final para encontrarlo pero es genial.

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De allí a la playa de arena negra de Vyk Hace mucho viento y llueve, pero no dejamos de subir al faro, en busca de alguna colonia de frailecillos, aunque creemos que los pobres bichos se han escondido por tanto viento.

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Recomendación a futuros cicloturistas: el tramo final de la playa a Vik tiene largas rampas de 10-12%.

En Vik recargamos gasolina (y logramos coger algo de wifi del bus público mientras está parado a nuestro lado). Este último tramo hasta Jökulsarlon lo íbamos a hacer en bus y no noa hubieramos equivocado, pues la carretera pasa por enmedio de la NADA durante 100km, con constantes subidas y bajadas y sin nada interesante hasta Skaftafell dónde ya la lengua del glaciar llega hasta la carretera.

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Nos desvíamos para ver el glaciar, que implica 2km de pista bacheada. Pero vale realmente la pena, ver toda esa masa de hielo compactado impresiona ynos hace ver lo pequeños que somos en realidad.

Nos queda poco ya para Jökulsarlon. Lástima que está nublado, pues las montañas heladas van paralelas a la carretera.

Poco antes de llegar aparece un desvío hacia su hermano pequeño. Aquí ya hay icebergs flotando!

 

Y por fin, un par de km más adelante, llegamos a EL glaciar. El puente blanco que tantas veces habíamos visto en las fotos nos da la bienvenida a uno de los lugares más espectaculares que he visto nunca, el glaciar Jökulsarlon.

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Enormes bloques de hielo azul flotan tranquilamente, mientras pequeños trozos viajan a la deriva hacia el mar, dónde se van acumulando en una playa de fina arena negra como si fuera la mercancía de un artesano del cristal.

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Al otro lado de la carretera, hacia el interior, hay el centro de visitantes desde el cual se organizan excursiones en barco-amfibio.

El hielo azul nos rodea y se expande hasta dónde alcanza la vista. Pese a ser uno de los lugares más fotografiados de la isla, no hay mucha gente y sólo se respira tranquilidad.

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Dos focas asoman la cabeza entre los grandes bloques de hielo.

Empieza a caer la luz y buscamos un sitio dónde aparcar. Sí aparcar, como el coche no entraba ni por asomo en nuestros planes iniciales, hay que compensar durmiendo dentro del coche, pues la tienda de emergencia ya demostró ser sólo para eso, emergencias! Así que en un llano cerca del glaciar pero lo suficientemente lejos para estar seguros en caso de inundación aparcamos el coche. Sintiéndolo mucho, las bicis pasarán la noche al raso. Las sacamos con cuidado del maletero, las atamos entre ellas por el cuadro y las dejamos justo delante del coche. No intenten hacer esto en su país de orígen, pueden quedarse sin bici en menos de lo que hinchan la colchoneta!!!

Recolocamos todo en los asientos delanteros y nos disponemos a cenar sopa caliente, calentando agua con mi flamante cabezal de Campingaz nuevo y el bidoncito de gas que cogimos el primer día. «Jolín esto no rosca, no entra!» Esto «este cabezal Campingaz sólo puede ser utilizado con los bidones modelo X,Y,Z» Fantástico! Acabaré pensando que lo de la rodilla ha sido una señal de nuestro angel de la guardia, pues si después de una dura etapa por la N1 con la recompensa en mente de una sopa calentita nos encontramos que el invento no funciona, igual nos morimos!!!

Visto el panorama, apañamos dentro el coche la mejor cena posible, propia de un roadtrip que se precie: pan bimbo (que no falte!), salchichón, doritos, queso feta en aceite, bimbo con nocilla y plátano seco (bautizado como banana split sin nata) y macedonia de frutas en almíbar.

Con el estómago lleno es más fácil planear la ruta de mañana, barajando con el mapa delante todas las posibilidades que tenemos, que son ir hacia el noreste o o deshacer camino para llegar al inicio de la pista forestal F26 que cruza de sur a norte la isla. Decidimos hacerla de bajada, por lo que mañana vamos hacia el este cuando suenen las alarmas y reorganicemos todo.

Ahora sólo queda armarnos de capas, hinchar las colchonetas… y dormir.